Valió la pena por esos recuerdos.

Hay momentos del día en los que te invaden los recuerdos. Simplemente aparecen, sin ningún motivo aparente. Te hacen sonreír. Producen una sensación de bienestar, de tranquilidad, de felicidad. Hacen creer que todo sigue igual que antes, que nada ha cambiado. Recuerdas esas conversaciones hasta las tantas que te quitaban el sueño, esas caricias a escondidas bajo la mesa de un bar, esos besos robados por las calles de una ciudad cualquiera, esas miradas cómplices llenas de deseo que sólo vosotros entendíais; te acuerdas de todo.
Ellos no podían comprender las cosas que hacíamos o por qué luchábamos tanto por algo que al parecer nos causaba tanto dolor, porque sencillamente ellos no veían que todo eso valía la pena. Valía la pena por cada lágrima, por cada sonrisa. Valía la pena por todo.
Pero es entonces cuando de repente te das cuenta de que no es verdad, de que nada está igual, y mucho menos bien. Tantas promesas que acabaron en nada. Esas sonrisas se convierten en nudos de garganta, unos nudos tan grandes que hacen que broten lágrimas desordenadas de tus ojos.


Y entonces lloras. Lloras cómo no habíais llorado nunca, y te das cuenta de lo jodida que estás y de qué lo único que te quedan son los recuerdos.

1 comentario:

¡Hola! Gracias por dejar un comentario, nos alegra muchísimo. Hace que el blog cobre vida, pero por favor:
Intenta escribir sin faltas de ortografía.
Comenta, critica o simplemente háblanos, pero siempre se respetuoso hacia los demás y hacia nosotras.

Un beso con sabor a esperanza ♥