Fuck you.

Ahora sí. Ahora no. Me gustas bastante. Prefiero a la otra. Sonrisitas por aquí. Miradas huidizas allá. Abrazos. Gestos raros. Palabras susurradas por la noche. BASTA. Me rallaste lo suficiente, y ahora ya no quiero nada tuyo. Vete de aquí. Arrástrate delante de otra, lamele el culo si hace falta, pero a por mi no vuelvas.

Siempre lo mismo, cambiabas de sentimientos de la noche a la mañana. Siempre era igual contigo. Nunca podía hacerme esperanzas, luego las destrozabas todas. Sueños perdidos, rotos. Tú jugabas conmigo a tu antojo, haciéndome sentir especial, deseada. Pero en el fondo todo era mentira. Me utilizaste y me lanzaste a la basura, junto con los otros juguetes rotos. Cuando viste que me importaban esas palabras, que de verdad me gustabas, que estaba enganchada, huiste. Huiste como huyen las ratas, de la manera más rastrera que hay: con un mensaje. ¿Pues sabes qué? Que yo no soy como las otras. No soy de las que comete un error una y otra vez. Aprendo rápido, y en el fondo te lo agradezco. Te agradezco que me hayas abierto los ojos, por fin he podido ver como eras de verdad. Cruel. Rastrero. Cobarde. Sinvergüenza. Miserable. No tengo otras palabras para describirte, y eso me duele. Me duele recordar lo nuestro como una mentira, porque al fin y al cabo fue eso, una completa mentira. Pero a lo hecho, pecho. Paso de rayarme más con eso, no mereces que piense en ti ni por un segundo más.



Y cuando te vuelva a ver andaré con la cabeza bien alta, y no la bajaré por nada ni nadie. Has querido jugar conmigo y crees que has salido ganando. Pues bien, quiero la revancha. Ahora jugaremos. Pero a mi manera.


Esta entrada ya estaba publicada desde hace mucho tiempo, pero no dejaba de llegar SPAM en forma de comentarios así que he borrado la antigua y la he vuelto a publicar.